He estado rumiando este proceso electoral judicial como quien mastica corteza reseca: no por hambre, sino por instinto. No como ciudadano distraído, sino como tú: intentando construir un criterio que vaya más allá del eslogan fácil y la propaganda disfrazada de debate. Porque sí, lo que circula por redes es tristemente pobre. Pobre en proteína simbólica, pobre en argumento, pobre en respeto por la inteligencia ajena. Y cuando el espacio público se llena de consignas y se vacía de pensamiento, la pregunta ya no es si se vota o no, sino cómo diablos se puede ejercer el voto con conciencia entre tanto ruido con eco.
Curiosamente, llegué a mi postura no por lo político, sino por lo íntimo. Pensando en mi experiencia como padre. Cuando nació el Pequeño Big Bang, al campamento familiar llegaron técnicas de crianza que brillaban como fruta madura, pero sabían a truco. Prometían firmeza con afecto, pero al poco tiempo me vi aplicando estrategias que no formaban pensamiento crítico, sino obediencia decorada. “¿Sopa de pasta o de verduras?”, “puedes ir si cumples 21” (a un niño de 12), “no es castigo, es consecuencia natural”. Y me rasqué la cabeza. No por piojo moral, sino por incomodidad de fondo. Lo que parecía sensato, al observarlo con el lomo frío, era manipulación tierna: falsa elección, condiciones arbitrarias, castigo disfrazado de destino. Un sistema de control con envoltorio emocional. Y aunque la crianza puede partir desde cierta asimetría formativa, el gobierno mexicano opera como un papá eterno que no deja crecer a sus hijos. No se nos reconoce como adultos deliberantes: se nos dan respuestas empaquetadas. Se nos hace sentir culpables de decisiones que otros ya tomaron.
Esto no lo pienso: lo recuerdo con el cuerpo. Durante años trabajé en comunicación política institucional. Ahí donde se cocina lo que se dice y se esconde lo que duele. Vi cómo se decide qué dar al votante, qué ocultar, cómo simular participación mientras se administra obediencia. No lo digo desde la sospecha: lo digo desde el lomo curtido. Por eso, cuando me hice la pregunta: ¿votar o no votar?, entendí que esa no era la pregunta real. La pregunta era: ¿Qué tipo de elección es esta? ¿Qué legitimidad produce? ¿Qué jaula la sostiene, y quién la alimenta?
Volví a los clásicos. No con devoción, sino como quien excava tierra húmeda. Schumpeter dice que sin competencia real no hay democracia: hay zoológico simbólico. Aquí los perfiles no compiten, se turnan. Sartori exige instituciones con estructura: información, rendición de cuentas, separación de poderes. Aquí hay solo mallas flojas y cortinas de humo. Mouffe nos recuerda que sin disenso no hay pluralismo: hay obediencia con eco. Y aquí, cuestionar el proceso es ser flojo, traidor o snob.
Alemania, Reino Unido, Costa Rica… no los traigo como tótems. Los traigo como ramas donde la legitimidad se construye paso a paso, no con zancada de campaña. Allá hay criterios públicos, deliberación, evaluación técnica. Aquí hay prisa, slogan y rostro sin contexto. Allá se fortalece el tronco institucional. Aquí se parte de la premisa de que todo está podrido, y se pide fe en la reforestación mágica.
Por eso decidí practicar la abstención activa. No me voy a quedar colgado del silencio. Voy a ir, cancelar la boleta, y engraparle una nota. Porque si la democracia no admite pie de página, entonces es puro guion. Y yo quiero ser autor, no personaje. No es apatía. No es gesto tibio. Es una negativa física, razonada, marcada con garra. Una forma distinta de dejar huella.
Ya sé lo que dicen: que eso no cuenta, que es privilegio, que es inútil. Pero eso es confundir participación con sumisión. Y yo, chango viejo, ya no muerdo el fruto plastificado.
No creo en el “mal menor” cuando todo el menú viene de la misma cocina opaca. Si todos los platillos son versiones distintas del mismo guiso agrio, elegir no es elegir: es asentir con hambre. No niego que haya personas valiosas en las boletas. Digo que el proceso no permite saberlo. No hay trayectorias visibles. No hay criterios abiertos. Incluso el mejor perfil se diluye en el caldo.
Mi abstención es parte de una danza más amplia. Apoyo transparencia. Me organizo. Exijo. No me retiro del árbol común. Solo rechazo el columpio amañado que me invitan a usar como si fuera libertad.
No es PRI. No es Morena. No es PAN. Es ninguno. Porque todos esos marcos fueron construidos sin preguntarnos. Sin cocina abierta. Sin receta colectiva.
La democracia no es elegir entre dos sopas que no pedimos. Es tener voz en el menú, en la cocina, en la receta. Y cuando eso no se da, lo más político que puedo hacer es documentar el vacío, agruparme con otros changos pensantes y construir fogatas donde sí podamos decidir qué cocinar.
Aquí estoy, como siempre, para seguir conversando como cuando creíamos que podíamos reorganizar el mundo desde las caricaturas. Tal vez entonces no sabíamos que hablábamos de arquetipos, de estilos de vida, de modelos de imaginación… pero lo hacíamos. Y sí, rompimos al grupo en dos por un día. Pero al recreo siguiente lo entendimos: no se trataba de tener la razón, sino de saber volver a reunirnos.
Acompaño tu postura, en el sentido de asbtenerse en tanto una postura política bien definida, pero que no corresponde a lo que muichos de los que llaman a no votar entienden. No es lo mismo que el señor Salinas Pliego pretenda sabotear este proceso, porque corre riesgo de tener que pagar impuestos, a que tú cuestionas el fondo de la cuestión. Sin embargo, mi postura es sí hacerlo porque, aunque es muy defectuosa esta elección, hay un cambio de paradigma en el poder judicial que yo aplaudo (la elección de juzgadores), pero que tenemos que ver con muchísimo cuidado, porque hay muchos riesgos involucrados, muchos de los cuales mencionas. Yo creo que no se trata de ser cándidos y pensar que este proceso resuelve las cosas, o por el contrario, pensar que había que seguir igual (liberando narcos, amparando defraudadores todos los días). Dependiendo de que para que haya justicia en nuestro país, dependemos de que la apliquen los Estados Unidos. Para finalizar, yo dirías que no puede haber un cambio en la justicia, si no se cambian los ministerios públicos, y eso es terreno del poder ejecutivo a nivel municipal, estatal y federal. Pero sí creo que este paso, con todos sus defectos, pone por primera vez a la luz a un poder sumamente opaco y arbitrario, y eso, para mí ya es un paso en el sentido correcto.
ResponderBorrarUna mancha en el queso no pudre la rueda de queso completa. A veces incluso significa que es más maduro. Pero estamos en un mundo donde lo blanco y negro pareciera ser más importante que los grises, y pocas cosas son totalmente blancas y totalmente negras. Ni siquiera el ying-yang que representa a los polos. Tal vez un día logremos darle el beneficio de la duda a lo que no nos representa al 100% y desde aho enriquecer nuestro entrono.
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